Este fin de semana han llovido críticas sobre el árbitro del partido Gimnasia-Rosario Central, Luis Álvarez. Periodistas absolutamente irrespetuosos utilizaron calificativos durísimos que ni vale la pena destacar, ya que rozan el buen gusto y el decoro. El entrenador de Rosario Central también siguió la misma línea, a pesar de que intentó apartar a sus jugadores de protestas casi inaceptables.
Sin embargo, desde otro sector periodístico -e, incluso, algunos ex-árbitros de calificada actuación durante su carrera- avalaron el accionar del juez, sobre todo en la sanción del penal que, a la postre, determinó el triunfo del equipo platense sobre el rosarino.
Curioso fue el devenir de la actitud del entrenador de Gimnasia. Ante la expulsión del segundo jugador de su equipo, casi agrede al referee; a minutos de culminado el partido, habló de haber sido favorecido por un "penal que no fue". Y, un día mas tarde, se corrigió admitiendo que la infracción había existido y lo mostraron las imágenes de televisión.
No interesa demasiado mi opinión reglamentaria, dado que carezco de autoridad al respecto. Como observador e hincha de fútbol creo que la falta existió y estuvo bien sancionada pero, reitero, es sólo un comentario de un aficionado.
Lo cierto es que, nuevamente, aparece la intemperancia gobernando las actitudes de los protagonistas del espectáculo futbolístico -los periodistas también lo son-. Se omitió en las crónicas que el segundo tiempo del encuentro fue sumamente violento y que las expulsiones estuvieron justificadas. También que el equilibrio conductivo del árbitro impidió que el clima agresivo se generalizara. Sin embargo, es mas fácil castigar al referee quien carece de posibilidad de defensa, dado que no creo que ninguno de los comentaristas televisivos a los que aludo hayan intentado ni siquiera escuchar justificativos a la sanción del mentado penal.
La intemperancia no conduce a buenos resultados. Si un entrenador siembra dudas acerca de la honestidad de los arbitrajes, lo único que logra es enardecer las pasiones de los hinchas. Está claro que cada uno debe defender sus intereses y tiene la libertad de opinar al respecto, dado que ello es propio de una sociedad democrática. Sin embargo, las responsabilidades conductivas exigen un cierto grado de equilibrio que, lamentablemente, parece ausente en muchos protagonistas del fútbol argentino.
Con las críticas periodísticas ocurre algo similar. Su influencia en el público oyente o espectador es indudable. No se trata de "no criticar", sino de hacerlo desde la mesura y el equilibrio que su profesión les impone. A los gritos, descalificando como si nada ocurriera y sembrando dudas sobre la honestidad de la gente, difícilmente se cumpla con esas premisas.
Como hincha de fútbol, muchas veces me he sentido perjudicado por arbitrajes y he protestado en las canchas. Pero, cuando tuve la posibilidad de ejercer funciones institucionales, he volcado los reclamos por los canales institucionales correspondientes, tratando de guardar la prudencia del caso.
Porque, además, la intemperancia y el "tribuneo" es un canal eficaz para disimular los defectos propios y los resultados negativos. Siempre es fácil encontrar un chivo expiatorio, sobre todo cuando éste no tiene la posibilidad de defenderse. ¿Alguna vez Pep Guardiola, Alex Fergusson o Vicente del Bosque -por tomar solo algunos ejemplos al azar- fueron intemperantes e histriónicos?. Los resultados están a la vista.....
Pablo, no son histriónicos, son histéricos. Para el análisis el rol de los comunicadores.
ResponderEliminar¿Narradores o jueces? Las "certezas" de relatores, comentaristas, "fríos" analistas y demás fauna, poco ayudan en la enfermante histeria.