Recientemente, se aprobó el nuevo balance de River Plate. Mayor pérdida y déficit operativo agravado. Las repercusiones mediáticas apuntaron a las personas que encabezaron las gestiones. Empero, me parece que debemos superar el enfoque.
Nada es casualidad en la gestión de las entidades deportivas. Si los equipos de trabajo existen y se coordinan como corresponde, si las distintas áreas las ocupan personas preparadas profesionalmente al respecto, si la comunicación es correcta.....seguramente los resultados serán favorables. Caso contrario, la crisis sobrevendrá para, quizás, nunca alejarse.
Misión, Visión, Identidad, Proyectos, Estrategias, Mecanismos de Control, Manuales de Procedimientos, etc.....todos esos elementos nos son suministrados por las Ciencias de la Administración y pueden ser perfectamente aplicables a las entidades sin fines de lucro, como los clubes argentinos. Lamentablemente, vemos poco de ésto y, si ello existe, queda en las entrañas de las Comisiones Directivas.
Hemos visto gestiones que, independientemente de los resultados deportivos, han sido coherentes y perdurables en el tiempo, fuera de las personas que conducen. Clubes como Vélez, Bánfield, Lanús, Estudiantes de la Plata y Colón de Santa Fe, desarrollan distintos proyectos pero, todos ellos, unidos por lineamientos comunes. Todos ellos han logrado campeonatos. Sus finanzas no tienen grandes alteraciones. Y no demuestran públicas divergencias ni escándalos en su dirección.
Otros, han transitado caminos de deterioro patrimonial y se han sumido en quiebras de las cuales no han podido resurgir, con los consabidos conflictos deportivos. Talleres y Belgrano de Córdoba pululan por categorías de ascenso sin demasiada gloria; Ferrocarril Oeste y Deportivo Español siguen ese camino.
Todos quienes nos interesamos en el estudio de estas cuestiones, sabemos que nada es casual. Que lo que ocurre dentro de un campo de juego, seguramente, es resultado de lo que sobreviene desde afuera, esto es, desde la administración de la entidad. Con el tiempo, tal vez, aprendamos que es posible profesionalizarnos y que, una vez administradas con mesura, prudencia y claridad, nuestros clubes pueden ser, nuevamente, modelos de gestión del deporte, junto con la importantísima función social que cumplen.
Mientras tanto, seguiremos echando culpas a la pelota que no entró, al árbitro que no sancionó un penal, al mal estado del campo de juego o a la mala suerte.....cuando, en verdad, el problema está en otro lado.